Bienvenido a mi Rincón Literario

Quisiera expresar con palabras mágicas para mostrar el mundo que conocí a través de las maravillosas páginas de un libro. Páginas que me llevan a la risa y al llanto, que me hacen recorrer paisajes que nunca vería en otra realidad; páginas donde los personajes nunca mueren, quedan presentes y reviven cada vez que abrimos el libro. Páginas que pueden hacernos soñar con los ojos perdidos en ese mundo extraordinario.

Quisiera expresarlo pero esas palabras no existen, no se puede describir lo que leyendo podemos vivir”.


Ely Kraus

Crucero Siniestro


El cuerpo tendido sobre el colchón y la sangre brotando de su inerte cabeza fue todo lo que necesitó Mostoy para comprender que el crimen iba a ser bastante fácil de develar.
Miró a su alrededor y vio el inexpresivo conjunto de forenses juntando pruebas para descubrir al autor de ese común asesinato.
La víctima, Alfredo Godoy, era un anciano adinerado que, junto con su esposa, habían decidido pasar tres meses en el hermoso crucero Queen Mary II para pasear por el Pacífico y terminar la excursión en la paradisíaca isla de Fidji, al este de Indonesia. Habían estado esperando durante un año para realizar el preciado viaje ya que el anciano no se animaba a dejar sus negocios en manos de sus colaboradores.
Mostoy preguntó si había a bordo algún familiar de ese matrimonio. Tres hijos habían quedado en tierra, el primero: Juan, un jugador empedernido que hubiera querido acompañar a sus padres para escapar de sus deudas; Víctor, un masajista frustrado que necesitaba pasar el día entero en las casas de los amigos de sus padres trabajando para poder juntar lo necesario para vivir; y Daniel, un joven excursionista que, después de haber trabajado un año en un supermercado y haber ahorrado lo suficiente, se fue de mochilero con dos amigos a Europa y nunca más volvió.
Godoy, tres años atrás, había desheredado a los dos hijos que vivían con él a raíz de la desaparición de este último después de una larga y fuerte discusión de la que nadie, ni siquiera la Señora de Godoy, supo jamás la razón.
El astuto investigador, un ex - policía contratado para mantener el orden en esa nave, se inclinó, sacó de su bolsillo una regla y midió el tamaño del orificio en la cabeza del cadáver.
La esposa de la víctima manifestó llorando que estaba bañándose cuando escuchó algo como un disparo; cuando llegó al lado de su marido, se encontró con la trágica escena.
Mostoy entró al baño y lo revisó. Luego se dirigió a su camarote a revisar sus expedientes. Sin dudarlo más, levantó el teléfono y llamó a un ex colega de la policía para pedirle cierta información.
Dos horas después recibió la confirmación de su duda. Inmediatamente, llamó al capitán y pidió que detuvieran al cocinero del barco: un tal José Bastía.
Cuando el capitán quedó solo con el investigador, después de haber detenido al empleado en un camarote destinado para ese fin, le preguntó cómo había descubierto al culpable. Mostoy, sacando un cigarrillo de su escritorio le explicó lo siguiente: “__ La llamada de mi compañero de la policía reveló que uno de los hijos de Godoy , hace más de tres años, le robó una gran suma de dinero a su padre. Cuando éste lo descubrió, le suministró algo de dinero con la condición de que desapareciera. Los otros dos hijos, quienes ya deben haber sido detenidos también, se enteraron del acuerdo y renegaron pero tuvieron una peor suerte: Godoy terminó echándolos de su casa sin un centavo.
El rencor pudo más que el amor que una vez le tuvieron hacia su padre, y se unieron para vengarse. La declaración de la esposa era verdadera, la bañera estaba aún mojada al igual que el toallón, además, ella estaba gastando, sin conocimiento de su marido, una fortuna en investigadores para descubrir el paradero de su hijo menor. Esto me demuestra que no tuvo ninguna participación en el plan que su hijo Daniel Godoy, conocido por sus compañeros como José Bastía, había urdido junto a sus hermanos.”
En los expedientes de los empleados del barco, Mostoy había descubierto que el pasado de Bastía comenzaba la misma época de la desaparición del hijo de Godoy y que había hecho cientos de llamabas a los domicilios de sus hermanos, las cuales se habían hecho más frecuentes en el último año, coincidiendo con el plan de viajar de la pareja.
Mostoy continuó su relato: “__ Los hijos mayores incitaron a su madre para que ella considerara realizar el viaje soñado junto a su amado esposo. Luego, prepararon todo para que les tocara el mismo crucero en el que trabajaba desde hacía tres años Daniel. Luego, simplemente esperaron la oportunidad para que el hermanito pudiera entrar a la habitación con una llave auxiliar a la cual solamente el personal puede acceder, y perpetuar al crimen. Creyeron que nadie descubriría la relación entre el cocinero y el adinerado pasajero.”
El capitán, asombrado, preguntó qué lo había hecho sospechar del cocinero, qué lo había motivado a revisar sus antecedentes.
Mostoy sonrió satisfecho por haber impresionado a su jefe y respondió: “__ Siempre observo muy bien los instrumentos de trabajo del personal y, por la medida y la profundidad de la herida en la cabeza de Godoy, pude determinar que el arma asesina no era más que un picahielos, el mismo que desapareció hace un mes de la cocina y que todos creyeron que había sido robado en uno de los puertos.”
El capitán satisfizo su curiosidad y alimentó su orgullo al darse cuenta de que había acertado bastante al contratar a ese investigador, pero olvidó intencionalmente que el cocinero también había recibido su aprobación para trabajar allí.

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