Los días pasan mientras mis ojos buscan lo que la mente sabe que jamás volverá a encontrar. Más allá de responsabilidades y culpables, más allá de broncas y rencores, quedan los recuerdos de la ilusión. Muros que se caen y dejan desilusiones, solamente producen con el tiempo el deseo que tocar el espacio vacío en busca de un telón, un paisaje pintado en un telón.
Hasta dónde es paisaje, hasta dónde es fachada. Una pregunta que no busca respuesta, pero que es formulada por una falsa esperanza que se irá apagando con el tiempo; porque ya no tiene real importancia, ya no tiene valor más que para entender la realidad.
Cada palabra nueva, cada reveladora palabra va descubriendo meses de fachada, meses de falsedad, meses de mentiras que difícilmente representen en su totalidad el cariño, la alegría y lo compartido. No se puede fingir por tanto tiempo, no se puede fingir todos los segundos. Pero, cuando aparecía la fachada tapando la mugre, ahí aparecía la duda, la angustia y los cuestionamientos en busca de un poco de coherencia entre las acciones y las miradas, entre los silencios y las palabras.
Justificativos se hacen presentes para tapar los miedos, las inseguridades del error.
Nuevas ilusiones siempre aparecen. Se aprende a mirar otros paisajes, otros amigos, otras realidades; y aunque pueden seguir siendo muros y cortinas, pero la esperanza de una mejor realidad vuelve a resurgir. Claro, sin dejar de mirar de reojo los muros caídos y las cortinas descoloridas.
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