Bienvenido a mi Rincón Literario

Quisiera expresar con palabras mágicas para mostrar el mundo que conocí a través de las maravillosas páginas de un libro. Páginas que me llevan a la risa y al llanto, que me hacen recorrer paisajes que nunca vería en otra realidad; páginas donde los personajes nunca mueren, quedan presentes y reviven cada vez que abrimos el libro. Páginas que pueden hacernos soñar con los ojos perdidos en ese mundo extraordinario.

Quisiera expresarlo pero esas palabras no existen, no se puede describir lo que leyendo podemos vivir”.


Ely Kraus

El Robo del Año


El primate se aproximó sigiloso sin advertir la presencia del intruso. Nadie se imaginó siquiera que aquel animal tuviera tanto valor. La doctora Romina se había encargado de entrenar a Ricky durante los 23 años de cautiverio, sin embargo, el animal era especial por otra razón, era el único descendiente de la raza más primitiva de todas, la que dio origen a las teorías de Darwin y a la evolución del hombre. Incluso, el adulto empezaba a tener aspecto casi humano. Las malas lenguas del zoológico habían llegado a bromear con una relación entre la entrenadora y el simio.
La luz se encendía tímidamente mientras Ricky miraba sin entender el por qué, buscaba entre las hojas de aquel invernadero artificial, intentando adivinar quién era el que se había aventurado a invadir su hogar, si eso podía llamarse hogar. Desde que la doctora no estaba, el zoológico no era el mismo, se había convertido en un lugar extraño, en un lugar vacío y sin sentido. A veces, cuando entraba alguien al invernadero a darle de comer (siempre lo había hecho en el exterior junto a la doctora pero ahora nadie se animaba a cuidarlo) albergaba la esperanza de que Romina regresara. Pero eso era imposible. Un grupo de inversionistas despidió a la doctora cuando compró el zoológico un poco antes de que ella muriera en un accidente automovilístico. Ricky no entendía esas razones; para él ella podía volver en cualquier momento, la extrañaba y esperaba que regresara.
El intruso se acercó un poco más al simio, siempre oculto, siempre cuidadoso. Un dardo en el cuello era todo lo que necesitaba para sedarlo y dejarlo inconsciente, un simple dardo. El disparo debía ser rápido pero certero. Las gotas de sudor le nublaban la vista y tuvo que parpadear, sus manos sostenían el pesado rifle esperando que la respiración se tornara imperceptible.
Un silbido sordo dio en el blanco y dio paso a un chillido muy perturbador. Ricky, invadido por la cólera empezó a golpear su pecho gritando, emitiendo atroces sonidos que se fueron apagando lentamente hasta quedar convertido en un sonido agudo y ronco que acompañaba la respiración, interrumpido por esporádicos quejidos.
El intruso se acercó, acarició al animal e hizo señas para que dos ayudantes entraran y lo colocaran en una camilla. Cuatro ganchos en las esquinas y una polea aseguraron que el cuerpo llegara y saliera por el ventanal del techo donde un helicóptero estaba esperando.
El intruso apagó las luces nuevamente, le pagó lo acordado al guardia de seguridad y enganchó el cable en el arnés que traía puesto para ser ascendido.
“El secuestro del año” anunciaban los titulares cuando Guillermo Compte abrió el diario orgulloso por su hazaña, luego tomó el portarretrato que tenía sobre el escritorio con la imagen de la doctora Romina Compte, lo besó y dijo:
__ Mi amor, cumplí tu promesa: Ricky está en su verdadero hogar.

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