Soberbio
y regio,
camina
por la calle,
arrastra
su linaje,
de
orgullo abrasador.
Mira de
reojo,
ante la
admiración,
se cree
emperador.
Su
séquito de ingenuos,
demuestran
cobardía
siguiendo
su ejemplo,
sintiéndose
inferior.
Líder lo
llaman,
maestro
de picardías,
por no
mover una neurona,
lo
coronaron sin honor.
Ríen sin
entender las causas,
lloran
ante el capricho menor
lo
idolatran en los altares,
pobre
estrella
apagada
ante el sol.
aparece
ella,
digna y
humilde,
de noble
corazón.
Se
encuentran de frente
sin
mostrar reverencia,
ambos
esperan
del otro
la acción.
Pobre
destino,
para el
vanidoso,
que
prendado de ella quedó.
Ella
descubrió en el fondo
la pureza
del alma
y se
enamoró del último seguidor.
El
séquito completo se dio la vuelta
ante el
insignificante servidor.
Aquel
infeliz sin porte ni alteza,
con una
mirada sincera,
se ganó
el tesoro, se ganó su amor.
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