Imágenes confusas se agolpan en mi memoria, la voz se ausentó de mi vida en el preciso momento en el que un telón de olvido me sacó de la escena. El último recuerdo: el apuro por llegar al putrefacto baño, la oscuridad tétrica que advertía el peligro y una luz amarillenta que parpadeaba como señal de emergencia. "Nadie cuida nada" pensé mientras sorteaba los trozos de papel que cubrían por trechos el mojado piso.
Un espejo pequeño que vi de reojo, me devolvió el paso fugaz de una campera con capucha, la última imagen que me quedó de mi desgracia. Y nada... En un segundo, todo se volvió nada. Mientras la tela me cubría los ojos y la boca, una fuerza descomunal, con efectividad, me sujetaba. Quise gritar pero el grito volvió hacia mi interior buscando ayuda, buscando auxilio. Todas mis fuerzas respondieron a mi llamado pero fue en vano. Mis músculos fueron cediendo lentamente al que después me enteré, fue un simple pinchazo. Mi prisión cedió también, pero fue para sostener mi inerte cuerpo desconectado de mi mente. Sentí todo, cada golpe, cada lágrima derramada. Sentí sus manos sobre mi piel, el sudor sobre mis pechos. Mi cuerpo se estremeció, mis músculos se contrajeron y mi corazón me liberó. Los sonidos de la derrota se alejaron lentamente. Mis ojos dejaron de regar mi piel, y el baúl de mi historia, se cerró para siempre. Solo quedé como titular de un diario amarillo.
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