Aun no puedo entender del todo lo que vi hoy cuando volvía a mi casa, los recuerdos siguen reproduciéndose en mi mente dibujando interpretaciones que me llevan siempre a la reflexión de mi presente.
Me
había puesto los auriculares y venía entretenida con la voz de Thalía
repitiéndome “No me enseñaste como estar
sin ti”, cuando invadió mi burbuja el tamborilleo de pasos corriendo.
Asustada giré sujetando mis pertenencias y vi pasar a una chica desesperada.
Busqué de qué estaba huyendo pero solo vi la mirada sorprendida de los demás
transeúntes. Ella se detuvo de repente con las piernas abiertas y las manos sujetándose
en pecho, luego cayó de rodillas y finalmente, se desparramó sobre la vereda.
La
gente corrió en su ayuda. Una mujer se inclinó a su lado y empezó a practicarle
RCP. Otro marcó en su celular el número de una emergencia para pedir una
ambulancia, otro intentó sujetar su cabeza pero otro le recomendó que no la
moviera. La mayoría solamente se quedaba perpleja alrededor con los celulares
inmortalizando la escena.
Me
quedé a unos metros detrás del tumulto pero podía ver el bulto inmóvil. Sabía que
la ambulancia no sería muy útil, ni las reanimaciones cardiopulmonares que le
estaban practicando; la silueta traslúcida que miraba el cuerpo con la misma
contextura física era indicio suficiente para saberlo. Le pregunté a otro
testigo si podía verla pero me lo negó mirándome con rareza.