
Dos semanas sin saber nada, una carta de despedida y varios paquetes de pañuelos descartables. El silencio de la casa, preámbulo de la desgracia, anunciaba la tormenta. Un revólver sobre la mesa, una caja de balas a un costado y los recuerdos atormentando los segundos. La cruel memoria apuntaba al corazón directamente, sin tregua, sin piedad, exigiendo el final...