
El bebito ha nacido
de mi vientre enrojecido,
piel de ciruela, manos de seda
se escucha contenta la voz de la abuela.
Suave su rostro,
de miel su inocencia,
armonía absoluta,
de la naturaleza.

Sonido bendito,
llora, llora el bebito,
llama, llama a su madre,
no quiere quedarse solito.
A la noche, un manto negro
mientras duerme tranquilito,
cubre y protege al recién nacido,
hasta que hambriento despierta solito.
Pañales sucios, aromas podridos
se mezclan gustosos con el canto del crío
marrón clarito, como un arbolito
el verde esperanza, en el canto del niño.
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