
Un año sin ella. Aquel retoño de cielo que le puso sentido a mi existencia ya no está. Creí que el tiempo me devolvería la alegría pero no fue así. Tan sólo profundizó mi vacío, mi deseo de renunciar a esta absurda costumbre de respirar. Todavía me parece escuchar su vocecita dulce rompiendo el insoportable silencio. Pronunciando día a día su último "ya vengo" que inexplicablemente se hizo eterno.
Mucho más duro es ver sus juguetes, aquellos productores de sonrisas que se quedaron sin labios donde dibujarlas.
De nada sirvieron las búsquedas, las esperanzas. Todo cayó a pedazos con aquella llamada cruel que ningún padre debería recibir.No existe el consuelo para el arrebato, no existe perdón para su asesino.
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