
En un rincón de la plaza principal, escondido detrás del tráfico ciego de piernas que cruzaban
apuradas, el frío se hacía cuchillo que penetraba en sus huesos. Nada era suficiente, ni sus gruesas ropas armadas con piezas sobrantes de distintos rompecabezas, ni la colcha que robó de algún tendedero imprudente, ni de las capas de cartones y diarios que protegían el hedor de su cuerpo olvidado por el agua...
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